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BOCACHICA

noviembre 4, 2006

El balneario marino más populoso en el área del Distrito Nacional, a las seis y 30 de la mañana, es tan pacífico como sus aguas, movidas en tímido vaivén. Con delicadísimas ola que se detienen lejos de la playa, en el incomparable arte de aflorar con sencillez.

Sobre sus arenas blancas descansa el mobiliario que ha de acomodar a los visitantes que fluyen tratando de escapar a la alta temperatura capitalina, aprovechando un día feriado ó al final de la jornada diaria para liberarse del stress.

Mirando las aguas en su vaiven entre los pequeños barcos, se formó un pequeño remolino y creímos ver una afloración del río brujuelas, que te sorprende en Bocachica por todos lados, pero esta vez nos equivocamos.

El sol continúa su ascenso en el horizonte. Y de una enorme y amorfa masa rojiza, aspecto que tenía a nuestra llegada, ahora,unos veinte minutos más tarde, se define esfera y ya no se puede mirar a simple vista. A su alrrededor salen rayos de luz. ¡ Un espectáculo!… Rivalizado por la tecnología,… pero sólo en apariencia.

El astro rey anuncia el ciclo de un día en el que será hermoso y temible; Cálido como el seno materno y destructor como la muerte misma, literalmente admirable…y enceguecedor. Visto de todos y a la vez intocable.

Las nubes, instrumento de escritura del aire, forman zaetas blancas en diferentes direcciones, es el paso del invisible señor del movimiento…el aire. Es la grafía heólica. Elementos que a simple vista nos permiten leer el mensaje del invisible escritor. Forman un conjunto que hablan su lenguaje, pero son independientes entre sí, hasta que este rapidísimo escritor quiera enviar un nuevo mensaje. Entonces las mezcla, combia de lugar, forma, apariencia y contenido. El ser humano ante este libérrimo señor, observa y, en tanto entiende y… puede actúa.

Como si fuera una corte real, nubes y aire se mueven formando una sorprendente vía por donde caminará el nuevo día que estrenamos. Pero sólo al amanecer, después, queda libre en su recorrido… hasta llegar a su ocaso. Como un padre que guía su hijo hasta la adultez y luego lo deja libre para que sea todo lo que debe ser. Al final, poniente y naciente se encontrarán de nuevo, se darán las manos y compartirán experiencias mutuas.

En las calles, negocios y todo su despliegue de publicidad se juegan el todo por el todo en el intento de atraer al consumidor. Mientras, el aire de la ciudad está incontaminado. El día con su trajín todavía no comienza, y la contaminación diaria aún está ausente. Las aguas del mar están cristalinas. Sólo reflejan el azul naciente de un cielo que promete desplegar su belleza a rudales.

El camarógrafo, mojado asta la cintura, con trípode y cámara metido en las aguas, sortea las pequeñas embarcaciones desplazándose sigiloso como pez, entre agua y barcos. Intenta lograr su objetivo… atrapar al sol a la salida. El rey David hacía lo mismo. Las Sagradas Escrituras narran que él despertaba el alba.

A distancia, emerge la estructura metálica del megapuerto, y su efecto ante el arrobo de tanta belleza, es semejante al de una campanada que nos hace volver a la realidad. Como un peñizco que nos despierta para que abandonemos la contemplación.

Por: Isabel Pérez Santana

BOCACHICA

octubre 2, 2006

El balneario marino más populoso en el área del Distrito Nacional, a las seis y 30 de la mañana, es tan pacífico como sus aguas, movidas en tímido vaivén. Con delicadísimas ola que se detienen lejos de la playa, en el incomparable arte de aflorar con sencillez.

Sobre sus arenas blancas descansa el mobiliario que ha de acomodar a los visitantes que fluyen tratando de escapar a la alta temperatura capitalina, aprovechando un día feriado ó al final de la jornada diaria para liberarse del stress.

Mirando las aguas en su vaiven entre los pequeños barcos, se formó un pequeño remolino y creímos ver una afloración del río brujuelas, que te sorprende en Bocachica por todos lados, pero esta vez nos equivocamos.

El sol continúa su ascenso en el horizonte. Y de una enorme y amorfa masa rojiza, aspecto que tenía a nuestra llegada, ahora,unos veinte minutos más tarde, se define esfera y ya no se puede mirar a simple vista. A su alrrededor salen rayos de luz. ¡ Un espectáculo!… Rivalizado por la tecnología,… pero sólo en apariencia.

El astro rey anuncia el ciclo de un día en el que será hermoso y temible; Cálido como el seno materno y destructor como la muerte misma, literalmente admirable…y enceguecedor. Visto de todos y a la vez intocable.

Las nubes, instrumento de escritura del aire, forman zaetas blancas en diferentes direcciones, es el paso del invisible señor del movimiento…el aire. Es la grafía heólica. Elementos que a simple vista nos permiten leer el mensaje del invisible escritor. Forman un conjunto que hablan su lenguaje, pero son independientes entre sí, hasta que este rapidísimo escritor quiera enviar un nuevo mensaje. Entonces las mezcla, combia de lugar, forma, apariencia y contenido. El ser humano ante este libérrimo señor, observa y, en tanto entiende y… puede actúa.

Como si fuera una corte real, nubes y aire se mueven formando una sorprendente vía por donde caminará el nuevo día que estrenamos. Pero sólo al amanecer, después, queda libre en su recorrido… hasta llegar a su ocaso. Como un padre que guía su hijo hasta la adultez y luego lo deja libre para que sea todo lo que debe ser. Al final, poniente y naciente se encontrarán de nuevo, se darán las manos y compartirán experiencias mutuas.

En las calles, negocios y todo su despliegue de publicidad se juegan el todo por el todo en el intento de atraer al consumidor. Mientras, el aire de la ciudad está incontaminado. El día con su trajín todavía no comienza, y la contaminación diaria aún está ausente. Las aguas del mar están cristalinas. Sólo reflejan el azul naciente de un cielo que promete desplegar su belleza a rudales.

El camarógrafo, mojado asta la cintura, con trípode y cámara metido en las aguas, sortea las pequeñas embarcaciones desplazándose sigiloso como pez, entre agua y barcos. Intenta lograr su objetivo… atrapar al sol a la salida. El rey David hacía lo mismo. Las Sagradas Escrituras narran que él despertaba el alba.

A distancia, emerge la estructura metálica del megapuerto, y su efecto ante el arrobo de tanta belleza, es semejante al de una campanada que nos hace volver a la realidad. Como un peñizco que nos despierta para que abandonemos la contemplación.

Por: Isabel Pérez Santana